El Encierro

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Encierro y vaquillas

Todos los días de Sanfermines, alrededor de las diez y media de la noche -aunque no tiene un horario fijo ni se anuncia en el programa de fiestas en aras a la discreción- se desarrolla la carrera del encierrillo.
Casi de noche, en completo silencio, y con unos pocos espectadores, los toros que al día siguiente protagonizarán el encierro y la corrida cubren los 450 metros de distancia que existe entre los corrales del Gas –donde están todas las ganaderías de las fiestas- y el corralillo de la cuesta de Santo Domingo, desde el que los astados iniciarán a las ocho de la mañana del día siguiente la que será su última carrera. En el encierrillo no está permitida la presencia de corredores, y los toros corren con la única compañía de los cabestros y de los pastores, con los que atraviesan un puente sobre el río Arga y ascienden por una empinada cuesta junto a las antiguas murallas pamplonesas.

Antes de la existencia de los corrales del Gas –que datan de 1899 y que deben su nombre a la fábrica de Gas que allí existía previamente de la electrificación de la ciudad-, los toros llegaban al baluarte amurallado de Santo Domingo a pie con los pastores y los cabestros. En 1898 unos gamberros espantaron a toda la manada de astados en  el mencionado traslado a pie. Cinco toros aparecieron a los dos días en el valle de Goñi –a 30 kilómetros de Pamplona-, pero el sexto permaneció vagando por los campos de la cuenca pamplonesa hasta el mes de octubre. Este incidente aconsejó al Ayuntamiento la creación del encierrillo al año siguiente.

VAQUILLAS
Tras la finalización del encierro, todos los días y a criterio del Jefe de la Policía Municipal, se sueltan cuatro o cinco vacas bravas y emboladas en la plaza de toros para el disfrute de los aficionados. El ruedo está poblado por unas mil personas que hostigan a los animales y esquivan, como pueden, sus embestidas que, en alguna ocasión, han provocado heridas muy serias a los mozos allí presentes, poniendo de manifiesto que el espectáculo de las vaquillas puede resultar casi tan peligroso como el propio encierro que lo precede.