También conocido como Desfile de caballeros en plaza, es un vistoso cortejo de jinetes, vestidos de negro y capa, mulillas franqueadas de mulilleros y la banda municipal La Pamplonesa que a ritmo de pasodoble atraviesan las calles del Casco Viejo camino a la Plaza de Toros, poco antes de comenzar la corrida.
La costumbre marca el protocolo de este acto. Todas las tardes, del 7 al 14 de julio, los caballeros, ataviados a la usanza de los alguaciles del siglo XVII, y el resto de la comitiva se reúnen minutos antes de las 17:30 horas en el local Casa Marceliano, de la calle del Mercado. Poco después, la marcha saldrá de la plaza Consistorial a hora prevista. Tras los caballeros, dos grupos de tres mulillas adornadas con cascabeles y banderolas y un total de 14 mulilleros desfilan seguidos de La Pamplonesa y de multitud de curiosos que se unen al cortejo. Todos juntos recorren las calles Mercaderes. Chapilela, plaza del Castillo y Espoz y Mina. Por el camino se suman las Peñas con sus ruidosas charangas. Al llegar a la Plaza de toros el grupo se divide: caballeros y mulillas entran por la puerta del patio de caballos, a la que se accede por el Paseo de Hemingway, la banda municipal "La Pamplonesa" lo hace por la sombra de Graderío Alto, una de las entradas ordinarias a la Plaza.
Una vez dentro, los alguaciles o caballeros son los primeros que pisan la arena para comprobar el coso está despejado, tras recibir la encomienda de la autoridad. A continuación regresan al patio de caballos para volver al ruedo al frente de las cuadrillas de toreros para realizar el "paseíllo".
Pamplona ha sido uno de los primeros lugares en los que se utilizó las mulillas para arrastrar a los toros muertos tras la lidia. Ya en la corrida del 10 de julio de 1628, los mulilleros, vestidos con libreas de la ciudad, sacaron al coso tres mulas. Las mulillas sustituyeron en el siglo XVII a los carros que cargaban con el peso de las reses muertas o el de los caballos de picadores.
La figura de los alguaciles aparece siempre como empleados de la autoridad con funciones de subalternos. Además del despejo de la plaza antes de la corrida, pervive aún el simulacro de recoger las llaves del toril. Así, aunque se desconoce el origen del "desfile de caballeros", algunos conocedores de las fiestas lo relacionan con la tradición que ha vinculado a los concejales del Consistorio con la presidencia de las corridas.